lunes, 20 de febrero de 2012

EL GENIO INVISIBLE DE HOLLYWOOD

"Bullit", "Casablanca", "La Naranja Mecánica"... Sus carteles son iconos del cine. Es el más famoso en su especie, pero casi nadie conoce su nombre, hasta ahora. Rescatamos la obra de Bill Gold.
Por Tony García




Icónico. A la derecha, autorretrato de Bill Gold en los setenta. A la izquierda, una de las pruebas para el cartel de "Bullit", filme de Peter Yates protagonizado por Steve McQueen.



Breva sensualidad.
Sobre estas lineas, uno de los carteles promocionales de "Río Bravo", de Howard Hawks, con Angie Dichinson en el papel de Feathers. A la derecha, póster inédito de "Funny Girl", basada en la obra de teatro del mismo nombre. Gold lo diseñó junto a Tal Stubis. Era su favorito, pero la productora terminó optando por otro más convencional.


Hollywood es un universo con sus propias reglas donde lo único constante es la presencia del dinero, el auténtico astro rey. En torno a él giran un sinfín de planetas cuya vida de­pende íntegramente de su capacidad para adaptarse: actores, directores y productores integran ese peculiar sistema solar. En su órbita se mueven miles de diminutas estre­llas que de cuando en cuando logran sacar la cabeza, pero que brillan sin la fuerza ne­cesaria para competir con los grandes as­tros. Viven allí compositores, escenógrafos, guionistas y directores de fotografía, y -en ocasiones- algunos logran trascender y ocupar su propio espacio. Y al final, solo al final, en los confines de ese universo viven los que nunca han sido considerados parte esencial del mismo, hombres y mujeres de trabajo sordo (y a veces ciego) que forman parte de la cara oculta del séptimo arte, aquella que se empeña en camuflarse y qui­tarse importancia. En ese rincón olvidado habita Bill Gold.
Gold es probablemente el creador de carteles cinematográficos más famoso y de­dicado de la historia del cine. Su carrera abarca más de 60 años de trabajo que le han llevado a colaborar con François Truffaut, Elia Kazan, Sidney Lumet, Alfred Hitchcock, Stanley Kubrick, Federico Fellini, John Ford, -Sam Peckinpah, Alan Parker, Ridley Scott, Brian De Palma, Howard Hawks o Clint Eastwood. Sin embargo, y a pesar de este currículo, Gold sigue siendo un desconoci­do de tomo y lomo, una nota emborronada a pie de página a la que uno no presta aten­ción porque está demasiado ocupado con otros asuntos.
Su figura, tan imprescindible para en­tender el cartelismo cinematográfico como el expresionismo alemán, el surrealismo polaco o el modernismo americano, per­manece agazapada bajo una montaña de indiferencia que ahora, en pleno siglo XXI, un libro pretende derribar.



Cuatro carteles de la campaña para "Un tranvía llamado deseo" de Elia Kazan.




Una imagen de Gold (primero por la derecha), su hermano Charlie (realizador de tráileres) y un joven Clint Eastwood.




Taquillazos.
En el sentido de las agujas del reloj: "Barbarella", "Casablanca" y esbozos para "Los puentes de Madison".




James Dean y Eartha Kitt con el cartel de la película "Al este del Edén".


"CUANDO RECIBÍ la llamada de Bill Gold no podía creerlo. Es una leyenda. Cuando dijo que quería trabajar conmigo me sentí abru­mado por la responsabilidad. Un amigo que conocía mis libros sobre carteles le habló de mí. Bill quería publicar un volumen so­bre su carrera, pero nadie quería hacerlo. Le contestaban que no era interesante. Yo conocía sus trabajos para Tarde de perros y Sin perdón, pero poco más. Le pedí que me contara un poco más acerca de su carrera. Cuando acabó solo pude decir una palabra: `Joder". Tony Nourmand, editor de Reel Art Press, habla de su criatura, Bill Gold poster works, un descomunal libro de 10 kilos de peso, como quien describe a su hijo recién nacido tratando de disimular orgullo.
Es un día frío en Londres, a pesar de ser junio. Nourmand toma un café en el cora­zón de Charing Cross Road mientras recuer­da los detalles de un proyecto que empezó como una locura. "No queríamos hacer un libro más sobre el tema, sino el libro. Por eso me he pasado más de un año trabajando en él. Cuando el impresor me decía que aquí deberíamos utilizar oro porque así la páginaquedaría perfecta, yo le miraba como si es­tuviera loco, pero al final contestaba que sí. Lo más difícil ha sido dejar fuera tantas co­sas maravillosas. Nadie sabe el tesoro que tiene este hombre en su casa".
El resultado del trabajo es un volumen de auténtico lujo, cuyo elevado precio (casi 500 euros) no ha impedido un éxito de ven­tas a ambos lados del Atlántico y ha conse­guido que por fin el apellido Gold aparezca -más vale tarde que nunca- en algunos de los medios de comunicación más importantes del mundo. Para coordinar el trabajo se con­trató a Christopher Frayling, uno de los estu­diosos de la historia del cine más reputados del mundo. El hombre que acuñó la expre­sión spaghetti-western y sobre quien recayó la responsabilidad de seleccionar (junto al propio Gold) las 2.000 imágenes -muchas de ellas restauradas para la ocasión- que ocupan las más de 400 páginas del libro. "Bill Gold es un gigante del mundo de los car­teles cinematográficos y el último supervi­viente de una estirpe. Hay que pensar una cosa: cuando Bill Gold empezó a trabajar para Warner, lo único que tenían eran pin­celes y lápices. Todo se hacía a mano. No había retoques digitales, ni programas de diseño, ni nada de nada. Una de las prime­ras cosas que hizo Bill, por ejemplo, fue crear sus propios alfabetos, diseñarse sus propias tipografías. Eso es impensable aho­ra mismo. Piensa en los pósteres icónicos que ha creado y el hecho de que fue capaz de sobrevivir a este cambio gigantesco que supuso la llegada a los ordenadores y te da­rás cuenta de la extraordinaria medida del personaje", cuenta Frayling por teléfono.
Bill Gold empezó a trabajar en Holly­wood en 1942 con quien después se conver­tiría en su cliente más fiel: los míticos estu­dios Warner Brothers. Gold, neoyorquino de pro y entusiasta del arte en todas sus varian­tes, empezó haciendo unos bocetos para que sus jefes vieran si el tipo valía o no. Los bocetos eran cuatro interpretaciones clási­cas de los hits de la casa (entre ellos, el Robín Hood de Michael Curtiz), y así, de entrada, le consiguieron un pasaporte a su primer car­tel: el de una película protagonizada por Ja­mes Cagney llamada Yankee Doodle Dandy (Yanqui Dandy, en España). Gold trazó un póster de tintes patrióticos. Al fin y al cabo, era lo que tocaba cuando el mundo se enre­daba en la II Guerra Mundial. A los de arriba les gustó el estilo de su nuevo fichaje y deci­dieron encargarle un nuevo trabajo para una película en la que el estudio no había depositado demasiadas esperanzas a tenor de lo visto en su caótico rodaje.
GOLD ENVOLVIÓ a los rostros de sus prota­gonistas en un halo de misterio y perfiló a mano el título del filme. La película fue un exitazo enorme, y su título, Casablanca, se convirtió en un símbolo para los cinéfilos. El maravilloso cartel de Gold sigue siendo mítico a día de hoy, aunque el mundo siga sin saber el nombre del señor que se lo in­genió. A pesar del éxito, el artista siguió pi­cando piedra, y de hecho no fue hasta 1948, año en que Alfred Hitchcock le reclamó para diseñar el póster de La soga, cuando su carrera despegó definitivamente: Un tranvía llamado deseo, Extraños en un tren, Los crímenes del museo de cera, Crimen per­fecto, Al este del Edén, Centauros del desierto y Río Bravo marcaron su carrera en los años cincuenta. En los sesenta alumbra obras como La leyenda del indomable, Grupo Sal­vaje o Bonnie & Clyde. Títulos que le conso­lidan como uno de los mejores creadores de carteles de la historia junto a Saul Bass, que en aquella época también despuntaba gracias a sus trabajos para Otto Preminger y Alfred Hitchcock.




Consolidación.
De izquierda a derecha, los famosos carteles de "Crimen perfecto" (Alfred Hitchcock), "Harry el sucio" (Don Siegel), el legendario trabajo de Gold para "La leyenda del indomable" (Stuart Rosenberg) y una de las primeras pruebas para "Klute", filme de Jane Fonda dirigido por Alan J. Pakula.


"SAUL BASS y Bill trabajaron juntos en el de­partamento de arte de Warner Bros a me­diados de los cuarenta", recuerda Christo­pher Frayling. "¿La razón por la cual Bass es tan famoso y nadie conoce a Gold? Bue­no, creo que es muy sencillo, los carteles de cine siempre han sido algo como de segun­da división, un entretenimiento menor. Saul Bass se hizo famoso por sus trabajos para marcas o sus aventuras en el diseño industrial. Mucho después, la gente recu­peró su carrera como cartelista. Gold nun­ca empujó para ser famoso. Se consideraba un artesano del cine, no hizo nada más que diseñar carteles. Nunca le interesaron ni la fama ni el reconocimiento. Hay que tener en cuenta además algo muy importante: los mejores ilustradores del mundo pasa­ron por el estudio de Bill Gold entre los cuarenta y los setenta. Lo que más me mo­lesta es el esnobismo que hace que mucha gente no crea que un cartelista de cine no es un artista de pies a cabeza, que no tiene importancia. Los carteles de cine pueden ser mágicos y con este libro hemos busca­do devolverles ese estatus".
La trayectoria del artista en los años que siguieron fue fulgurante: La naranja mecá­nica, Barry Lyndon, Fama (y su famoso logo), Hair, Alien, La invasión de los ladrones decuerpos, Primera plana, Todos los hombres del presidente, Yakuza, Operación dragón, El exorcista, Tal como éramos, Papillon, El gol­pe, Uno de los nuestros, Defensa o Diamantes para la eternidad sellaron el pacto de sangre que Gold tenía con el séptimo arte.
Mención aparte merece la relación del artista con Clint Eastwood. Ambos se cono­cieron en 1971 cuando el primero recibió el encargo de diseñar el póster para la película Harry el Sucio. El director del filme, Don Siegel, y el propio Eastwood eran conocidos en Hollywood por su afición a rechazar pro­puestas o exigir cambios a los diseñadores que trabajaban para ellos. Cuando Gold en­vió su propuesta, actor y realizador respon­dieron: "No cambies nada".
Eastwood volvió a llamarle para su si­guiente película, y la siguiente, y la siguiente, y la siguiente... y así pasaron 40 años hasta llegar a Mystic River, poco antes de que Gold se retirara de un negocio que ya no enten­día: "No hay ningún ejemplo de una colabo­ración tan fluida y maravillosa entre un di­rector y un cartelista como la que han tenido durante cuatro décadas Bill Gold y Clint Eastwood. Miremos, por ejemplo, el primer teaser-póster de Sin Perdón, donde aparece Eastwood con el abrigo y la pistola en la mano, de espaldas. Ni siquiera puedes verlela cara... es impresionante. O el cartel de Mystic River, con el reflejo de los tres hom­bres en el río. Mirándolo sabes que aquellos tipos comparten un oscuro secreto. El único ejemplo que se me ocurre donde percibir tal sintonía entre director y artista es la relación entre Pedro Almodóvar y Óscar Mariné. Solo con mirar los carteles de uno sabías qué quería decir el otro. Eso ya no existe, ahora todo es lo que Bill llama La aproxi­mación Monte Rushmore al cartelismo: ros­tros de estrellas en el póster. Se ha perdido cualquier atisbo de
originalidad", remata Frayling con amargura.
BILL GOLD tiene ahora 92 años y vive en un pequeño pueblo a 45 minutos de Nueva York. La edad le pasa factura, se cansa con frecuencia y uno de sus oídos insiste en fa­llarle. Vive con su segunda mujer, Susan, que hace las veces de mánager. Su casa es un au­téntico museo. Más de medio siglo después ha visto su nombre en los titulares: The New York Times, el Hollywood Reporter, The Spec­tator o el LA Times le han rendido homenaje en una disculpa implícita, reconociendo su impresionante aportación al mundo del arte en su vertiente cinematográfica. En 1994, Gold afirmó: "Mirando los carteles de las pe­lículas de hoy creo que todas deben de ser iguales". Diez años después se retiraba, de­jando tras de sí una obra inigualable y con­virtiéndose en el genio más rabiosamente invisible que ha engendrado en décadas ese monstruo llamado Hollywood.




 Celebridad.
A la izquierda, uno de los pósteres más célebres de James Bond, el de la película "Sólo para sus ojos". A continuación, los dos maravillosos carteles inéditos que Bill Gold elaboró para "La naranja mecánica" y "Defensa". A la derecha, el último trabajo de Gold junto a Clint Eastwood: "Mistic River".

El Pais Semanal nº 1.814 Domingo 3 de julio de 2011



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