domingo, 19 de febrero de 2012

NIDO DE VÍBORAS

Juan Maldonado

Desde que en 1979 apa­reció en los quioscos el primer número de El Ví­bora han transcurrido ocho años y casi un cente­nar de números. En este tiempo la publicación de José María Berenguer se ha destacado (apar­te de por un marcado protagonismo de los sec­tores marginales) por una voluntad decidida de señalar diferencias. Aparecida en un momento de general optimismo, en el medio tanto como en el país, se adscribió a lemas como el de "Co­mix para supervivientes", que, si bien hace referencia a una supuesta dureza del lector de la pu­blicación, alude al tiempo a todo un grupo social rebotado de la antigua oposición al régimen, so­bre el que ya planeaban las sombras del desen­canto y del pasotismo. Antiguos consumidores de revistas como Star y Ozono, el comic social del Equipo Butifarra ó los Tebeos del Rollo, se veían desplazados y sin ninguna publicación donde encontrar aquel underground incipiente. casero y militante que había brillado a mitad de la década. El auge del comic adulto en esos dos últimos años no se había correspondido con nin­guna creación de índole contracultural. Éste es el espacio en que se iba a mover El Víbora.
Pese a que el underground llegaba con 15 años de retraso (o quizá precisamente por eso), la res­puesta fue entusiasta. Se convirtió en una revis­ta comprada por todo tipo de público. Agotó sus 20 primeros números, de los que pertinentemen­te sacó una segunda edición (que volvió a ago­tarse en parte). Puso en los quioscos un Especial Golpe al precio de 99 pesetas apenas tres sema­nas después del 23-F, en un alarde editorial sin precedentes. Se encumbró con series de origen extranjero como El Borbah, de Burns; Ranxerox, de Liberatore y Tamburini; Amor limpio, de Vey­ron, o El cerdo Edmundo, de Rochette. Coinci­diendo con el bienio 1982-1983, se produce el llamado boom del comic. Aumentan las tiradas, aparecen más y más revistas; algunas entidades privadas y públicas toman cartas en el asunto en forma de subvenciones a exposiciones, jornadas y revistas. La saturación del mercado engendra desequilibrios en el mundo editorial y confusión en el público lector.






En los años de la movida y de la no menos pu­blicitada posmodernidad destacan dos revistas que incidirán en las ventas de El Víbora. Habla­mos de Madriz y, más especialmente, de Cairo. Esta última apostó por lo que se dio en llamar la línea clara, generando una polémica entre comic recreativo, de influencia belga, y comic compro­metido, ante los que El Víbora va a proponer una tercera vía, la llamada línea chunga, cuya repre­sentación más patente es la revista Makoki.
Pese a coincidencias de índole estética (am­bas publicaban autores comunes como Torres, Swarte y Roger) y a un interés compartido por la renovación del panorama, El Víbora y Cairo mantenían posiciones encontradas. El enfrenta­miento se saldó con la desaparición de Cairo en su número 30 (más tarde volvería a abrirse, pero ya con diferente equipo y con su línea editorial sensiblemente alterada).
En esos 30 meses la revista de Berenguer ha­bía cambiado. El país era distinto. La competen­cia había obligado a marcar distancias. Los imi­tadores no escaseaban. A los primeros autores se habían sumado otros como Boada, Das Pas­toras, Damián, Diego, Galiano o Calonge, que aportaron un toque de experimentación y traje­ron nuevos aires. Los autores clásicos se conso­lidaban con producciones como Érase una vez en el barrio, de Gallardo y Mediavilla; Taxista, de Martí, o Peter Pank, de Max. Otras característi­cas de estos años fueron el montaje de la exposi­ción Perpetuum Mobile, dedicada a la historia de la revista; la grabación de vídeos para TV-3 por algunos de sus autores; la traducción al alemán de Dame gomina, Mariolina (compleja si las hay); el pleito de los herederos de Quintero, León y Quiroga contra Nazario por una versión sui gé­neris en comic de Ojos verdes; la participación como guionistas de escritores como Andreu Martín o Lo Duca, y finalmente, el hecho de que algunas de las mejores series, como Ansiedad, de Pons, o Esmeraldas y vírgenes, de Martí (guión de Onliyú), quedaran interrumpidas.

Maldonado Sánchez-Migallón, Juan Félix (1987). "Nido de víboras", "Comics clásicos y modernos", p. 99. El Pais.

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