lunes, 20 de febrero de 2012

OPISSO popular y multitudinario

En pocas ocasiones alguien ha llegado a comprender, compendiar y representar de forma tan acertada las estampas populares de su época. Las miras de Opisso nunca fueron elevadas ni su arte pretendió jamás la trascendencia ni la espiritualidad: se limitó simplemente a resresentar su entorno las calles que conoció y las gentes que le rodearon con una fidelidad que es la mayor cualidad de este dibujante que vivió plenamente el cambio de siglo e intuyó los que los años futuros iban a traer: abiga­rramiento, superpoblación, confusión, colas, muchedumbres y caos circulatorio.



Ricard Opisso i Sala nació en Tarrago­na en 1880. Su padre, Alfred Opisso i Vinyas, fue un distinguido médico, his­toriador, periodista y crítico de arte, promotor del resurgimiento cultural de Tarragona, que dos años más tarde del nacimiento de su hijo Ricard se esta­bleció en Barcelona, donde dirigió "La Ilustración Ibérica" y desde donde co­laboró con otras publicaciones nacio­nales, entre ellas "El Social", de Ma­drid, donde escribía con el seudónimo de "Salvador". Como redactor de "La Vanguardia" desde 1899, escribió crí­ticas de arte que manifestaban su com­prensión y apoyo hacia la nueva gene­ración postmodernista, y en 1902 as­cendió a la dirección del diario. Du­rante todo este tiempo, y a causa de las actividades periodísticas y las in­quietudes artísticas de su padre, el jo­ven Ricard creció rodeado de un am­biente variado y pleno de contactos con significados representantes de la cultura local del momento.
Pronto despertó también en él la in­quietud artística, y se lanzó al dibujo como medio rápido y directo de plas­mar esas inquietudes. Por otra parte, su padre le había colocado en 1892, a los doce años, en el taller de Antoni Gaudí, quien comenzaba entonces la construcción del templo de la Sagra­da Familia en Barcelona. Pero Ricard Opisso era, ya a aquella corta edad, demasiado pragmático y mundano y no se sentía demasiado feliz dentro de aquel ambiente demasiado espiritual y monumental para su gusto, como ase­gura uno de los más destacados histo­riadores de Opisso, Josep M. Cadena, y le interesaba más el mundillo de churreros, vendedores ambulantes y demás pintorescos personajes que se arremoli­naban alrededor de lo que algún día sería una de las obras más eternas —en todos los sentidos— del país.




El arte de Opisso, desde noviembre del año 1898, en que publicó su primer di­bujo en "Luz", un semanario muy sin­gular para su época, fue directamente del pueblo y para el pueblo. En marzo de 1899 publicó otro dibujo, que fue la portada de la revista "Quatre Gats", creada por intelectuales y artistas catalanes del momento, como Rusinyol y Casas. De ese modo consiguió entrar a formar parte de la tertulia de la taber­na del mismo nombre, propiedad de un gran amigo del pintor Ramón Ca­sas, el popular Pere Romeu, y allí co­nocería a personalidades como Picasso, por quien sus historiadores cuentan que Opisso sintió una antipatía que ja­más llegó a apagarse.
Uno de sus ídolos, en cambio, era Tolouse-Lautrec, de quien aprendió la manera de reflejar los tipos y los ambientes populares ciudadanos y especialmente de los bajos fondos. Admirador profundo, como sus compañeros de tertulia, de cuanto producía artisticamente el país vecino, Opisso viajó a París en varias ocasiones para probar fortuna en las publicaciones humorísticas francesas, pero esto no sería hasta 1906, después de publicar abundantes trabajos en Barcelona, en las revista "Cu-Cut!" (desde 1903) y anteriormente en "Joventut" y "Pél i Ploma" (1901).
Es en 1906, como decíamos anteriormente, cuando viaja a Paris y logra colaborar en prestigiosas revistas, humo­rísticas y eróticas, como "Frou-Frou", "Fantasio", "Ruy-Blas" y "Le Ríre". Pero algo no debió de funcionar com­pletamente a su gusto porque al poco tiempo Opisso regresa a Barcelona,
donde se encuentra más en su ambien­te y le resulta más fácil y cómodo plas­mar la realidad que le rodea.
Digamos aquí, no a modo de critica sino como intento de plasmar la verda­dera personalidad de este singular artis­ta, que Opisso rehuyó siempre los grandes esfuerzos, el arte trascendente y en general todo aquello que supusie­ra un sacrificio o un "ir más allá" de cuanto podía conseguir gracias a su simple habilidad manual y su innata gracia para caricaturizar y plasmar cuanto veían sus ojos. Amigo del hala­go fácil y de la ganancia rápida, dibujó siempre para la galería de sus amigos y compradores habituales. También fue ese amor por la comodidad y la facili­dad lo que le impidió explorar nuevos horizontes, como por ejemplo el retra­to, para él que estaba extraordinaria­mente dotado, y que posiblemente le hubieran convertido en un artista de fama mundial.







Cuando desapareció "Cu-Cut!", en 1912, Opisso comenzó a colaborar en "L'Esquella de la Torratxa", donde realizaría la famosa serie "de multitu­des" que ha quedado quizá como su obra más conocida: muchedumbres domingueras que acuden a la escollera barcelonesa para disfrutar de un día "de playa", muchachas engalanadas que recorren el Paseo de Gracia barce­lonés en busca de novio rico, abigarra­das terrazas de café, desfiles de carna­val, verbenas suburbanas, piscinas y playas repletas de gentes apretujadas, desfiles, tertulias y toda clase de atas­cos y conflictos urbanos constituyen ese mundo tan especial de los años 20 que Opisso supo captar magistralmen­te con una pluma que a veces recuerda la de los grandes maestros ingleses del momento, particularmente la del gran Thomas Henry, creador de la imagen gráfica del Guillermo Brown que todos hemos leído en nuestra infancia.
Es, decíamos, el arte-retrato, el arte-pueblo, el arte-fácil para el que no se necesita nada más que salir a la venta­na, o a la calle, y plasmar lo que se tie­ne alrededor. En ese mundo de los lo­cos años veinte no falta tampoco el charlestón, la droga, la crítica política mordaz tan al uso en los accidentados principios de siglo e incluso las estam­pas satíricas dedicadas al deporte. De todo ello dejó. Opisso crónica gráfica y lo que nadie puede negar es que lo que hizo lo hizo con singular maestría. Otra vertiente de Opisso, quizá más desconocida, es la de sus dibujos de marcado tono erótico —en el universo epicúreo del artista no podía faltar el sexo— para la revista "Papitu", en la que firmó con el seudónimo de "Bi­gre".
Destaquemos finalmente otra faceta que, oculta por su masiva obra de "ilustración de costumbres" ha queda­do también un poco marginada en la visión global que se tiene de Opisso, y que es la de ilustrador de libros in­fantiles (cuentos y narraciones) y de literatura en general.
Efectivamente de 1917 hasta 1933 pero especialmente en la época com­prendida entre 1922 y 1928, que fue­ron los años de mayor actividad en éste campo, Opisso realiza portadas e ilustraciones para unos 320 libros de diversos autores catalanes contempo­ráneos, entre ellos quizá el más cono­cido Josep M. Folch i Torres, que fue­ra también gran fuente de inspiración para otro maestro que ha pasado ya por nuestras páginas, Joan Junceda (ver COMIX Internacional núm. 14).
Posteriormente o simultáneamente, rea­lizó trabajos para "Hojas Selectas", "Mí revista", "Lecturas", "La ilustra­ción artística", "TBO", "Pocholo" y muchas otras publicaciones, además de ilustrar aleluyas y cromos.


Durante la guerra realizó ilustraciones para un libro editado por el Comisariado de Propaganda de la Generalitat de Cataluña dando instrucciones a los ciu­dadanos acerca de cómo debían com­portarse en caso de bombardeo aéreo, y en 1938 dibujó varias imágenes ins­piradas en la famosa y dramática retirada del Ebro.
También, a partir de 1936, volvió a dibujar las escenas y los personajes po­pulares que le habían atraído en su ju­ventud, pero firmándolos como reali­zados a finales del siglo XIX, quizá en un desesperado intento de encontrarse a sí mismo.. Ricard Opisso i Sala murió en Barcelona, prácticamente olvidado, a la edad de 85 años, el 21 de mayo de 1966.

Manel Domínguez Navarro







Revista Ilustracion Comix Internacional nº33   1983

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